¿Están tus hijos seguros en internet?

Las nuevas tecnologías -aunque ya de “nuevas” no tienen nada- llegaron para quedarse. Y la aparición de Facebook allá por el 2004 fue un punto de inflexión que marcó para siempre lo que iba a ser el siglo XXI y nuestra forma de vivir, socializar y entender el mundo. Pero… ¿es todo tan bonito como parece? ¿Es internet un producto del que hacemos uso o es éste el que nos utiliza como producto? Y lo más importante… ¿es seguro el uso de internet y todas sus plataformas para nuestros hijos? ¿Podría afectar a su desarrollo?

El aumento exponencial de la utilización de la tecnología que se produce cada día es un hecho desde tiempo, pero a raíz de la situación de la Covid-19 se ha precipitado este aumento a números históricos. Para hacernos una idea, en 2020 se ha consumido de media 800 mil horas de Netflix por minuto. Además, este aumento se refleja especialmente en las redes sociales, que dejan números tan impresionantes como que cada 60 segundos, se publican 375 mil stories en Instagram. Plataformas que han sido grandes aliadas durante el confinamiento, y que han nutrido nuestras vidas de contenido actualizado en todo momento, han sido una ventana al mundo cuando éste había echado el candado.

Herramientas de seguridad en Internet

¿Y esto cómo funciona? Nosotros hacemos un uso constante de estas herramientas, creamos y consumimos contenido.  Toda la información sobre qué utilizamos, qué consumimos, cómo lo utilizamos y cómo lo consumimos es enviada a grandes servidores que analizan, estudian, almacenan y tratan esa información con un objetivo claro: crear una respuesta personalizada para cada usuario con el objetivo de que éste siga consumiendo, como si de una espiral sin fin se tratase. Sin embargo, este afán por mantener a cada usuario conectado a la red constantemente y de una forma gratuita significa que nosotros somos el producto. No es de extrañar que cuatro de las cinco empresas más valoradas en el mundo sean tecnológicas, justo aquellas que almacenan dichos datos de los usuarios.

Además de pasar cada vez más tiempo en internet, también se ha notado un aumento de consumo de este desde edades más tempranas. De hecho, ahora los niños empiezan a ser navegadores autónomos desde los 8 años. Lo que supone que esa ventana al mundo de la que hablábamos anteriormente está abierta de par en par para todo el que se conecte a internet. Para decirlo en otras palabras, internet y las grandes empresas tecnológicas empiezan a tener un perfil de todos estos niños desde prácticamente el inicio de sus vidas, gustos, aficiones, localizaciones… lo que les permite tener un perfil completo incluso del pulso emocional en cada momento. De esta manera se podrá influir en opiniones, vender productos o incluso clasificar a las personas para predecir lo que querrán o necesitarán.

Y desde un punto de vista educativo… ¿cómo puede influir en el aprendizaje de todos estos niños el uso de la tecnología, especialmente de internet?

El uso desmesurado y sin control de las nuevas tecnologías e internet desde edades tan tempranas está afectando directamente al aprendizaje principalmente a través de la eliminación del esfuerzo. El esfuerzo es fundamental para la consolidación de cualquier aprendizaje, que es lo que entenderíamos como resiliencia, la capacidad de crecerse ante la adversidad.

En su gran mayoría, los juegos, apps y redes sociales que existen en internet -que son los elementos utilizados por los menores de edad- son contenidos fáciles e intuitivos. Esto hace que el cerebro produzca dopamina -estímulos placenteros ligados al éxito, triunfo e ilusión- lo que genera una conexión con todo aquello que causa dichos estímulos. Y es cuando se produce la adicción. Y, precisamente al ser herramientas simples, fáciles e intuitivas, ni el esfuerzo ni la resiliencia están dentro de la ecuación, por lo que estas herramientas no solo no ayudan al aprendizaje, sino que también, pueden alterar el desarrollo emocional, social o conductual de los niños que abusan de su uso desde edades tempranas.

Todos pasamos por diferentes etapas: Infancia, niñez y adolescencia entre otras. Todas ellas son fases de desarrollo, es decir, se está formando la persona. Por lo tanto, los INPUTS que reciban en cada una de estas etapas van a definir cómo será esa persona en su vida adulta, qué conocimientos tendrá y las herramientas necesarias con las que contará.

Por ejemplo, de 0 a 10 años están desarrollando esa resiliencia, y esa personalidad. De ahí que cuanto más tarde comiencen su vida digital, mejor, ya que afecta de muy diversas formas, y a cada niño de una forma distinta.

Durante la adolescencia la vida digital tiene un peso especial y crucial. La vida social en esta etapa se convierte prácticamente en el centro del ser del adolescente, que a la vez está formando poco a poco su propia identidad… En el S.XXI gran parte de esta vida social se produce en las redes sociales, donde cada usuario comparte la realidad que quiere mostrar, que muchas veces es irreal o incompleta. Esto afecta intrínsicamente a la percepción de la realidad y genera una comparación que en edades tan delicadas como esta puede tener consecuencias muy graves.

De hecho, en 2017, la Universidad de Cambridge y la Sociedad por la Salud mental de Gran Bretaña, hicieron un estudio, preocupados por el alarmante crecimiento de las enfermedades mentales en jóvenes y adolescentes. Analizaron el efecto de las redes sociales a corto y largo plazo, y han documentado un crecimiento del 70% en problemas infantiles y adolescentes como la ansiedad, la falta de sueño y la depresión.

Sin embargo, hoy en día es inevitable el uso de estas herramientas y su prohibición es complicado y si no se hace bien, podría ser incluso perjudicial. Y a pesar los peligros, estas herramientas también pueden ser unas grandes aliadas para el desarrollo de los más pequeños. Si se utilizan bien y de forma correcta.

Un espejo de lo que está sucediendo en internet son los nuevos peligros que encontramos en la red y que están generando cada vez más problemas graves en la población más vulnerable, los niños. Algunos de estos peligros son la violencia social, el ciberbullying, la pornografía, el sexting o el grooming.

¿Y qué hacemos ante esta nueva situación? La clave está en estos tres pilares: formación, educación y protección.

Es importante estar al día y formarse bien, hay muchas plataformas y webs que nos pueden ayudar con información y herramientas que fomenten el buen uso de las tecnologías y la red.

Hay que educar a los niños en el buen uso de estas herramientas, hablando con ellos sobre contenidos y seguridad en Internet, es fundamental concienciar y hacerles saber que internet no olvida por mucho que el contenido se elimine. Todo queda registrado. Y que aprendan que en internet hay consecuencias, igual que en la vida real. Otro aspecto importante que conviene pactar con ellos es el tiempo de uso, tanto de los dispositivos como de las aplicaciones.

Por último, hay que aprender a protegerse, el uso de restricciones parentales o sistema de filtrado de internet, ayudan a poner limitaciones a lo que les llega a sus dispositivos, que no por un afán de controlar, si no de educar.

Por supuesto el buen ejemplo en casa, las conversaciones sobre estos temas y actividades que fomenten la vida real como el deporte, aficiones y amistades, serán siempre los mejores aliados para mantener un buen equilibrio entre el uso de la tecnología y las experiencias reales.

ISP Schools es una red de 11 colegios privados en España, especialistas en educación británica e internacional, y parte de International Schools Partnership, uno de los mayores grupos educativos del mundo, con 50 colegios y 45.000 alumnos en 15 países. Formamos alumnos bilingües, les ayudamos a alcanzar su máximo potencial académico y les empoderamos para que adopten una mentalidad internacional a través de un aprendizaje innovador. 

Bajo esta premisa, nuestros expertos educativos han preparado este contenido como parte de la iniciativa “ISP EDUCATION TALKS”, un recurso útil para obtener información y asesoramiento en temas claves para la educación de nuestros hijos. 

MIGUEL ASENSIO – Director de innovación